Esta tarde organizamos co club irmán, o de lecturas feministas “O cuarto propio”, unha sesión virtual que vai aglutinar por vez primeira en zoom a integrantes de distintos clubs de lectura da Rede en torno a unha lectura e unha autora: Sherezade en el búnker, e Marta Sanz.
Yo soy feminista porque quiero hacer las cosas de otra manera y que mi trabajo sirva para suturar todas las brechas de desigualdad que ensucian nuestro mundo: las de raza, las de género, las de clase, las de origen geográfico, las de salud, las de capacidades diferentes…

Marta Sanz Pastor (Madrid, 1967) recibiu importantes premios, como o Ojo Crítico de Narrativa (2001) ou XI Premio Vargas Llosa de relatos. Foi finalista do Premio Nadal en 2006 e semifinalista do Premio Herralde en 2009, que gañaría no ano 2015.
Coa novela negra “Black, black, black” (2010) inicia unha triloxía na que dá entrada a Arturo Zarco, un detective homosexual. A segunda entrega é “Un buen detective no se casa jamás” (2012) e remata a historia coa recentísima “pequeñas mujeres rojas “ (2020) que publicou días antes da declaración do estado de alarma, que fixo que quede, en palabras da autora, “crioxenizada nas librarías”.
Sherezade en el búnker é un relato que Marta Sanz crea e regala (pode descargarse gratuitamente) e que ten o confinamento de fondo da trama e de contexto da súa lectura. A isto súmase a capacidade literaria da autora para crear unha voz tenra, salvaxe e, ao tempo, con certo chascarrillo para sobrelevar unha situación así de extrema.
Convencida de que a literatura é ideoloxía, Marta respóndenos a estas preguntas como anticipo ao noso encontro:
Club QUEERuña: Nosotros y nosotras; nosotres, nosotrxs o nosotr@s. ¿Qué fórmula eliges?
Marta Sanz: Todas y ninguna. A ver si me puedo explicar: los juegos con la morfología de las palabras dan cuenta de la disconformidad respecto al hecho de que la lengua refleje un discurso dominante. El discurso dominante, el discurso del machismo y del heteropatriarcado, cristaliza en los usos lingüísticos de lo que Adrienne Rich llama “la lengua del opresor”. El problema -o no- es que la lengua del opresor nos configura, forma parte de una sentimentalidad y de unas construcciones culturales que a menudo nos hacen daño y que, ahora, desde un proceso de resignificación de las palabras ponemos en tela de juicio, metabolizando los buenos aprendizajes y tratando de bloquear los malos, para experimentar con las miradas y las voces que han sido silenciadas. Lo interesante sería que en ese proceso no fuésemos personas autoritarias: no se trata de cambiar una cosa por otra. Yo no soy feminista para emular las relaciones de poder de un mundo competitivo, blanco, machista y pensado para quienes detentan la riqueza y los capitales. Yo soy feminista porque quiero hacer las cosas de otra manera y que mi trabajo sirva para suturar todas las brechas de desigualdad que ensucian nuestro mundo: las de raza, las de género, las de clase, las de origen geográfico, las de salud, las de capacidades diferentes… En este sentido, reivindico que la literatura es el espacio en el que podemos jugar con las palabras y decir chiques y nosotrxs y los chicos y les chiques y las chicas y amalarnos el noema como escribió Cortázar en Rayuela, y mi estilo refleja mi posición frente al mundo y, por eso, el título de mi última novela es pequeñas mujeres rojas, con la p de “pequeñas” en minúscula … Juego con el lenguaje para mostrar que el lenguaje es importante porque representa realidad y construye realidad. Juego con el lenguaje porque respeto muchísimo el lenguaje. Yo juego a ese juego en el espacio del arte y de la reflexión; en el de la vida cotidiana a veces pienso que los usos lingüísticos funcionan como cortina de humo espectacular, como piedra de toque del escándalo, para ocultar que los cuerpos vulnerables son golpeados en el espacio privado porque en el espacio público del capitalismo existen brechas salariales, precariedad y exclusión social, condicionadas por razones de género. Y desde luego a lo que me niego es a que me llenen de piedras la boca o me estigmaticen por mi manera de hablar. Si la realidad es mutante y se construye, ¿por qué acogernos a una sola fórmula? No tendríamos que caer en esa violencia que es un calco de las violencias que han operado contra nosotras. Y digo nosotras porque estoy hablando yo y con la esperanza de que muchas otras personas se puedan sentir identificadas con mi opción lingüística, aunque no sean exactamente como yo que hablo desde las geografías de mi escritura: soy una mujer blanca, de cincuenta años, clase media y extracción proletaria, urbana, heterosexual, con estudios superiores y fiel como las cigüeñas…
si somos conscientes de que siglos de cultura e imaginario heteropatriarcal nos han perjudicado, ¿por qué no pensar ahora que tomar la palabra desde otros presupuestos puede intervenir en lo real y transformarlo? Yo así lo creo.
Club QUEERuña: El frío y Amor fou son dos textos que dialogan sobre el amor. Y en el poemario Cíngulo y estrella rompes con los tópicos del amor romántico. ¿Para cuándo el poliamor de fondo?
Marta Sanz: Yo escribo de las cosas que vivo. A veces para establecer conversaciones con un espacio de recepción con el que pretendo compartir una certeza o una pregunta respecto a lo que me duele, respeto a las contradicciones entre mi dentro y lo que sucede fuera. Pero me parece muy arriesgado emprender un ejercicio de imaginación tan tremendo y ponerme a escribir respecto a un mundo, complejo y respetable, sobre el que no tengo experiencia. No soy tan prepotente como para pensar que puedo contar todas las historias: esa historia la tiene que contra otra persona.
Club QUEERuña: En Monstruas y centauras reflexionas sobre la última ola feminista durante el #metoo. En tu última novela “pequeñas mujeres rojas” das entrada a la ultraderecha y su discurso hacia las mujeres. ¿Es la literatura un reflejo de lo que vives o un elemento que puede ser una palanca de cambio?
Marta Sanz: Tengo una visión muy optimista sobre la literatura. Por un lado, es el espejo al borde del camino del que hablaba Stendhal, pero por otro lado, los relatos que parten de la realidad vuelven a ella y, en este sentido, podemos decir que construyen realidad. La ficción es verdad porque la metabolizamos y pasa a formar parte de nuestros valores y de nuestra visión del mundo. Así que, si somos conscientes de que siglos de cultura e imaginario heteropatriarcal nos han perjudicado, ¿por qué no pensar ahora que tomar la palabra desde otros presupuestos puede intervenir en lo real y transformarlo? Yo así lo creo. Me parece que no existe ningún discurso público que no tenga repercusión en lo que sucede. Todo cuenta. Por eso, los nuevos relatos desde las nuevas sensibilidades sexuales son importantísimos. También desde viejas sensibilidades sexuales como la mía, que como te decía vivo un amor de pajarita fiel, y me hago la autocrítica, me construyo y me deconstruyo a partir de mis escritos.
Club QUEEruña: ¿Han de contener los libros personajes o tramas feministas, o el feminismo debe estar en los ojos de quien los lee?
Marta Sanz: El feminismo, el machismo, el catolicismo, el liberalismo, el comunismo y todos los mimbres ideológicos que quieras están inevitablemente en quien escribe y en quien lee. Se escribe desde lo que se es, desde cómo se existe en el mundo, desde la posición que has adoptado en la realidad y, con ese punto de partida, articulas relatos autobiográficos o cuentos de hadas o crónicas de viajes en las que, si te encuentras con buenas lectoras y con buenos lectores, se te verán la patita por debajo de la puerta… En el otro sentido de la cadena comunicativa de la literatura, cada lectora y cada lector lee desde lo que es y desde la posición que adopta en la realidad: esos mimbres le permiten apropiarse de un texto y ejercer la crítica. Así que no se trata de censurar el arte o la literatura, sino de enseñar a leer a la ciudadanía desde esa conciencia de lo ideológico que impregna los estilos y desde esa reflexión introspectiva sobre el tipo de lectora que una es. Los bulos y los discursos del odio son otra cosa. El arte y la literatura están ahí, sin embargo, para romper tabúes, subvertir las frases hechas, poner en tela de juicio la normalidad y, para eso, muchas veces somos incorrectamente políticos y políticamente incorrectos. La literatura no es edificante, es un catalizador para pensar y para transformar. No es una cartilla: es un reto del que quien lee no sale como entró en el caso de que el libro sea un buen libro.
Club QUEERuña: En la Rede de Bibliotecas Municipais da Coruña tenemos una sección concreta para Género y feminismos y otra para diversidades sexuales y de género. Existen además clubs de lectura especializados: O cuarto propio y QUEERuña. ¿Qué más cosas deben hacer las bibliotecas públicas para propiciar esos discursos catalizadores y/o transformadores?
Marta Sanz: Lo hacéis fenomenal. Yo solo puedo colaborar con personas que sabéis muy bien lo que estáis haciendo.
La literatura (…) es un catalizador para pensar y para transformar.
As compañeiras da Biblioteca Os Rosales realizaron esta guía de lectura sobre o relato: