Seguimos contando con la suerte de ofrecer en este blog la propia voz de las personas implicadas en que tengamos entre las manos A Virginia le gustaba Vita. Si la semana pasada publicábamos la conversación que mantuvimos con la editorial Dos Bigotes, esta os traemos una entrevista con la autora de la obra, Pilar Bellver. Una autora que dispone su obra con derechos caducados para su libre disposición en formato digital a través de su página web.
Primeramente, se agradece lo explícito del título del libro, que no da lugar a equívocos, pues a veces suelen ser mucho más evocadores. ¿Cómo fue el proceso de creación de un título tan rotundo como A Virginia le gustaba Vita?
Así lo habéis dicho: se agradece lo explícito del título. ¿Por qué? Porque necesitamos todavía una visibilidad que no deje lugar a dudas. Yo me he pasado media vida militando en favor de esa visibilidad. Desde mi primera novela, Veinticuatro veces, hasta ésta que es la última, no ha habido ninguna en la que no haya quedado claro que soy lesbiana y feminista.
Ese título en realidad es una paráfrasis de la frase “A Cloe le gustaba Olivia” que aparece en Una habitación propia de Virginia Woolf. Nada más abrir la novela, junto al título en la primera página, hay una nota al pie donde explico cómo y por qué se me ocurrió ese título tan… sencillo.
¿Cómo has pasado de ser creadora del primo de Zumosol a uno de los referentes de la literatura lésbica española?
Yo estudié Periodismo en la Complutense, de Madrid, no Publicidad, que era otra rama de la carrera de Ciencias de la Información, pero acabé trabajando de creativa en una agencia. Solicité los trabajos más estrambóticos. Me importaba un bledo cuál fuera mi trabajo porque yo sólo quería ganar lo suficiente para vivir haciendo un trabajo lo bastante estúpido como para que no me gustara y no me distrajera de mi verdadera vocación que era y fue siempre escribir, y no artículos de periódico, sino novelas.
Permanecí diez años en el mismo sitio porque resultó que mi trabajo, el que me tocó en suerte (podía haber sido otro) era de los mejor pagados por entonces. Tardé mucho en dejarlo por eso, porque es muy difícil dejar un sueldazo de directora creativa para dedicarte a escribir algo que sabes que no te dará ni para comer. Finalmente lo dejé, sí.
El cómo y el porqué de fondo de esa decisión de poner punto final al tipo de vida que llevaba y que no me permitía escribir en serio está contado en mi segunda novela La vendedora de tornillos. La novela trata de explicar eso que nadie entendería, y cuenta la corrupción que se vive dentro de las empresas privadas y denuncia nuestra falta de exigencia ética sobre lo que hacemos o dejamos de hacer amparadas en la socorrida la licencia poética que reza “para ganarnos la vida”.
¿Qué te ha reportado hasta la fecha la publicación de A Virginia le gustaba Vita?
Es la primera vez que publico en una editorial específicamente LGTB, y me está dando muchas alegrías. Es una ventaja poder llegar de forma clara a la gente que te puede leer y “entender” mejor que nadie. No me refiero a las ventas, me refiero a satisfacciones personales que tienen más que ver con la militancia (ahora le llamáis activismo) y la satisfacción que produce saber que somos muchas y que aquel movimiento que empezamos unas pocas en los años ochenta y noventa está más vivo y más lúcido que nunca.
Somos muy fans de Dos Bigotes. ¿Cómo llegaste a ellos?
No llegué. No los conocía de nada. Me llevaron. Me llamaron ellos. Fue a ellos a los que se les ocurrió la idea en que se basó la antología Ábreme con cuidado. Hicieron dos listas: una con las escritoras muertas más significativas para las lesbianas y otra con las escritoras lesbianas vivas que tal vez podrían escribir un relato inspirado en alguna de ellas.
Con el tiempo he sabido que mi nombre lo propuso Gloria Fortún, a la que yo tampoco conocía, pero ella sí que había leído algo mío y defendió mi nombre me imagino que movida por su generosidad como feminista, es decir, movida por la exigencia ética de esa “sororidad” de la que ella nos habla y de la que doy fe que es practicante. Si la novela os gusta, vais a tener que darle las gracias por ella a varias buenas personas antes que a mí.
¿Era premeditado el relato previo de Ábreme con cuidado para después crear la novela?
En absoluto. Yo sólo acepté escribir un relato. Y sólo porque me lo propusieron. Lo que pasó fue que, para poder hacerlo con cierta seriedad, para poder cocinarlo con la solvencia que exigía un personaje de la talla de Virginia Woolf (una de mis diosas, y no sólo literaria), tuve que volver a leer un montón de libros que tenía en mi biblioteca, y alguno nuevo; o sea, antes de saltar al aceite hirviendo que es el acto de escribir, tuve primero que rebozarme como una pescadilla en las harinas de esos libros (qué cursilada acabo de escribir, madre mía…) y tanto trabajé, tantos párrafos de Virginia y tantos trozos de la biografía amorosa de Vita me volvieron a la memoria, tanto disfruté… que, una vez terminado el relato, me quedaron ganas de seguir escribiendo sobre ellas dos. Y lo hice. Seguí escribiendo la historia de la manera más natural. Se lo dije a los editores y ellos se entusiasmaron enseguida con la idea de poder leer una posible continuación.
¿Ha sido fácil tirar del hilo que une a las protagonistas con España?
No, porque yo conocía previamente la relación de las dos con España. Sabía que Vita era nieta de Pepita Durán, una bailaora gitana malagueña, muy humilde, muy pobre, pero que llegó a hacerse muy famosa en toda Europa. La historia de amor del Lord de relumbrón y la humilde gitana la conocía. A mí me encanta el flamenco, además, el jondo. Y sabía también, desde que leí la biografía de Virginia cuando yo era muy joven (porque me llamó la atención como andaluza que soy) que ella había elegido, para hacer el primer viaje largo de su vida, España y concretamente Andalucía.
Virginia tenía 23 años cuando visitó Granada, la ciudad en la que vivo yo cuando no estoy en la sierra de Cazorla. Sabía que después elegió de nuevo España para su viaje de novios y que
Leonard y ella volvieron a pasar, años después, una temporada en las Alpujarras en casa de Gerard Brenan. La relación de las dos con España la conocía desde hacía años. Nada más plantearme el relato, se me apareció la idea de que Granada tenía que ser uno de sus escenarios. Y el otro, inevitablemente, Knole, la casa de Vita, de los Sackville-West, donde Virginia estuvo muchas veces y que ella llegó a convertir, como tal casa, en uno más de los personajes protagonistas de Orlando.
Luego, por casualidad, buscando información sobre mi también adorado Tolstoi, me topé con que en la primavera de 1905, justo durante la estancia de Virginia en la ciudad, se estaba representando en Granada una adaptación al teatro de Resurrección, su última novela. Si a eso le unes que después, releyendo libros para documentar el relato, me encuentro con que Leonard Woolf y Virginia, en su editorial, la Hogart Prees, fueron los primeros en traducir al inglés a Tolstoi, pero que eso se hizo en Inglaterra entradas ya en los años veinte, o sea, mucho más tarde que en España… pues comprenderás que el cruce de datos se me hizo muy apetecible.
Nos encontraremos la historia de Virginia y Vita pero también la de una España que era avanzada a su tiempo. ¿Siempre hemos valorado más los referentes de fuera que los patrios?
Efectivamente; como os conaba, mientras en Granada se representaba nada menos que una adaptación al teatro de la última novela que escribió Tolstoi, y sólo seis años después de que se publicara en ruso como tal novela, en Inglaterra tuvieron que esperar todavía más de quince años simplemente para poder leer algo del mejor novelista de su época (y de varias épocas más, por cierto). No importa dónde encontremos los referentes, si dentro o fuera, importa que pongamos en marcha un espíritu crítico que nos permita encontrarlos donde quiera que estén; los grupos dominantes se empeñan en desvalorarlos. Si esos grupos dominantes consiguen convencernos de que España es y ha sido siempre un país intelectualmente atrasado, habrán obtenido una gran victoria… Se empeñan en destruir nuestros referentes porque tenerlos nos da seguridad.
Es lo mismo que ha ocurrido siempre con las mujeres. La mejor victoria del patriarcado es convencernos de nunca hemos sido nadie en casi ningún terreno. Mis reivindicaciones no van por el lado de sacar pecho como país, sino por este otro lado de enfrentar una memoria histórica, la de la gente luchadora y vanguardista, con la otra memoria histórica, de la quienes obtienen un beneficio objetivo en la tarea de acomplejarnos y degradarnos continuamente.
¿Hasta qué punto la ficción que has recreado no es más realidad que la propia documentación histórica en la que te has basado?
Habitualmente, en nuestra vida cotidiana, sabemos que conocemos a una persona no porque seamos capaces de recitar los hechos cronológicos más importantes de su vida, sino porque tenemos una percepción de conjunto sobre ella que se basa en un montón de observaciones propias, nuestras, sobre cómo habla, sobre lo que siente, lo que piensa, cómo se comporta en algunas situaciones, cómo reacciona frente a otras…
Elaboramos elementos de juicio “propio” sobre ella, y digo elementos de juicio “propio”, no porque nos sepamos su currículum. Las escritoras, si son escritoras de verdad importantes para nosotras, por la propia naturaleza de su trabajo literario, nos permiten, a través de su obra, comprender bastante bien su modo de ser y entenderlas. Algunas, además, como Virginia, han escrito diarios, lo que nos acerca a ellas mucho más.
Yo tengo la sensación de conocer mejor (en el sentido de más profundamente) a Virginia Woolf que a algún hermano mío, contemporáneo y de mi propia familia. Si me inventara una carta escrita por ella, sería una carta mucho más veraz y susceptible de haber sido real, que si inventara una carta escrita por alguno de mis hermanos, por ejemplo.
¿Nos vemos el miércoles 15 de febrero a las 19h para comentar A Virginia le gustaba Vita? La semana que viene publicaremos la propuesta de ejes de debate, para que disfrutes más la lectura y pongamos en común puntos de análisis y percepciones.